::El Laberinto::

lunes, mayo 26, 2008

Costas de agua fría. Y entre sombras vamos caminando hacia los caníbales de la comida rápida. Acumulaciones lácteas imperan entonces; como si la mente se negase a trabajar. Aunque siga allí, sujeta a la malicia de mantener andando a un cuerpo, dándole vida, obligando a padecer las contracciones necesarias que involuntariamente serían causa final de la fracturación de sus células.


Pues bien; te digo que hay muchas canciones de esas que quitan el sueño, y bastante muchas de esas que nos despiertan. Tan solo una frase suena ahora, y revienta entre los fragmentos de las discusiones impresionantes que la vid y el vidrio comprimido definen sobre los corpúsculos que en mis labios se resquebrajan sobre el color violeta, muerto entre la acción cerrante de los dientes que limpian los recovecos de tantas tramas resistidas, cuando las ranas toman la segunda mitad de éste fragmento y empiezan a conversar con las cajetillas cerradas de metal –esas que tienen muchos agujeros y que casi sirven para colar maíz-; sabores y dolores me contraponen las características decimales que esperas sobre las barandas llenas de gentes atiborradas de apuramientos y preguntas desorientadoras. Ellos calan sobre la espalda del asfalto y la voluntad del hormigón, la mentira vivencial que los mantiene erráticos sobre una supuesta marcha de conmociones descritas en los rayones que aquellos gorgojos sobre lo negro rebasan para decirme de repente que en cierta forma; estoy utilizando demasiadas veces la palabra deidad.

Y es que con tanta benevolencia del piano, la guitarra eléctrica, y las rabias que se esbozan en el desvío de la subida y la carrera que las piernas respiran para intentar –fallidamente- alcanzar un espeso destino, me quiebran la espalda mientras la soledad se convierte nuevamente en el mejor conversador que una tarde de necesidades artísticas puedan darme. Y ni que venga el dueño del cable, con su pelo blanco y la cincha sobre la espalda; podrán quitarme ésta magia que tan solo se traspasa sobre mis costillas, haciendo de las maravillas viscosas y las monotonías auditivas, un sincero campo de pastos y palabras –que nuevamente se encierran sobre la dichosa caja de metal-.

Pues digamos entonces: planificación. Aquí comienza la parte donde es el hambre de mundo el protagonista. Hay tanta carne dentro de los maderos que se parten en muchos pedazos, que se podría fácilmente cruzar el océano entero con tan solo toser sobre las cumbres de orquídeas que aquellas reciprocancias abandonadas sobre mi marcha, reivindican en la razón del arreglamiento.

Te reto entonces señorito a que te quites el corcho. Hoy es parte de la parte donde existen los lentes oscuros. ¡Claro que sí! Son los que intentan esconder “sabiamente” los labios que chocan sobre la barba de la malla, mientras la hojilla se traspone sobre las yemas de mis dedos, para hacer de la yesca una especie de recuerdo que con soles y treinta y dos intenciones diferentes, pasan sobre cualquier psiquismo para procesar en la fabricación de la mismísima manualidad; las apariencias que se mantienen desde lo lejos sobre tu verdad; (Y ahora no me vengas con ese cuento de que te haces el loco, y de que te sabes manejar con grandilocuencia), mientras las papeleras pinchan con la lluvia toda la sobreprotegida ignorancia que se ve –evidentemente- indefensa ante la rapidez de mis juicios incipientes. Pues ven. Te reto mi querido reposero de desesperación y desconocimiento, vestido con todos los “des” que te puedas imaginar. ¡Pues fuiste tú mismo –pequeño idiota- el que confeccionó a través de los míseros años todas las corpulencias de las que ahora reniegas como alimento! ¡Eres incapaz de saborear sobre tu alcoba la necesidad de una condensable llamada telefónica!, y aquí es cuando me toca nuevamente utilizar palabras raras. Decir deidad cuantas veces me dé la gana. Valerme de conceptos como “diatribas”; “parasilogística”; “confusión”; y “humanidad”. Será imposible –para ti- sosegar la tela que te corta en la uniformidad de las únicas incomprensiblemente posibles aseveraciones de las estepas dispuestas en las arenas frívolas, pero para mí es tan solo un control remoto con algunos kilo bits por segundo de más.

Ni que te quites los zapatos dejarás tu marca. Todo se concentra en el centro de la retorica. De la ironía. De la ignorancia. De la intrépida manía que identifica a más de treinta y dos calzas caminantes en la lujuria de sus clásicas pacificaciones.

Permíteme reír. Permíteme tan siquiera ser el espectador que de la mejor manera, disfruta de la banda cómica que escribes en todos esos años donde has sido incapaz de asumir la identificación real que te compone, porque te vales de tantas etiquetas y constitutivas actualizaciones atañidas en los papeles quemados para después de un tiempo, salir corriendo a borrar todas las huellas que, extrañamente –y por una acreciente necesidad- intentaste dejar sobre mis palabras.

Abre los ojos. Aunque ya estoy cansado de estar seguro de que no lo harás. Han llegado las costas amarillas al rinconcito que está entre mis dedos pulgares. Las chaquetas se cierran. La casa de los tales emiten ruidos sobre las maderas que, saben crujir, para hacerte pensar inclementemente –y muy diariamente-; el laberinto de tu verdad. Anda y abre los ojos. Tal vez es mejor así.

Tal vez así te dignes a saber –tan siquiera- respirar.








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AudioPost: Alice In Chains - Frogs / Incubus - Just A Phase / Metallica - To Die And To Live

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::El Impío::

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