Hoy quise mirar al cielo.
Un susurro liviano,
se cicatrizaba dolorosamente,
en los protegidos aposentos de la memoria
Un límite celeste,
se esmeraba en convencerme,
de que todos los segundos
(que han pasado)
ahora pertenecen a un espacio inerte,
sin dudas,
y carente de toda realidad
Quise detenerme…
Como los segundos que pasan y pasan,
(en fila recta)
para nacer y morir,
sin motivo alguno.
La comprensión del todo,
supo hacer bien su estúpido trabajo.
Y es que,
los segundos,
no son más que meros servidores,
de la utópica pronunciación,
de las palabras en mi cabeza.
Incorrectas meditaciones sobre lo concreto,
y lo divino.
Extasiadas experiencias que nunca bastan,
para detenernos.
Meticulosas explicaciones, que aparecen como la maleza.
Fundamentos para todo,
que nacen de la nada misma,
de la imaginación,
de la ostentosa construcción de artilugios,
que harán de nuestra vivencia,
una bonita estancia,
a la cual no fuimos invitados,
y de la cual no queremos irnos.
Hoy quise mirar al cielo…
Y al hacerlo,
me di cuenta
de que el polvo de la estética,
es tan insípido,
tanto en los que dibujan con lápices de oro,
como en los que quieren aprehenderse del pueblo,
como moluscas cucarachas.
Reacciones transversales,
que dan paso a la coyuntura lateral,
de las falacias.
Jeroglíficos tan hermosos,
que hasta convocan súbditos
(inubicables)
en sus espejos.
Metafóricas promesas
con aliento de día domingo.
Peregrinas proliferaciones de la misma mierda,
de todos los siglos,
siguen llenando líneas y líneas,
para seguir construyendo las mismas weas de siempre:
Historia que nos define,
que nos convoca,
que nos enseña de tiempos pasados,
de ricos y pobres,
de guerras y más guerras,
de traición y muerte,
Como si la vida se tratase
de un montón de narraciones,
(extraordinarias)
adornadas con el mejor de los lenguajes:
el más rudo,
el más dulce,
es más ingenioso,
el más radical,
el más ambicioso,
el más poético,
el que más se acerca a la gente,
el que habla como el pueblo,
el que comulga con y para todos,
el que se cuelga en la pared,
el que se contorsiona en múltiples vocablos,
tan exquisitos,
que dan ganas de agarrarlo a besos,
con la boca llena de gusanos.
Hoy quise y miré al cielo
Por un segundo…
Pero prefiero hacer cuenta,
de que es sólo un mero reflejo
del sol
en contraste con la tierra.